¡Llamativo!, como altivo aristócrata repetía ante cada cuadro, quedándose verdaderamente a cuadros ante los marcos encuadrados de un Cuandinsky o un Matisse. Orgullo anglicano de corte otomano, de jeque birmano bebiendo té a las cuatro, deteniéndose un rato, boca semicerrada, ante la exposición de tesoros que ostentaba su Vigamigo, amigo de Vigo, exponiendo orgulloso su pastoso resultado de años de primacía municipal. Vigués al revés, era hombre obsesionado con la horizontalidad y la verticalidad, santa dualidad, jamás manchada por una diagonal o, dios nos ayude, por una curvatura. Curvatura oscura la que procuraba formar su alma mater en torno a su casa, separada de la callejada, encajonada en un extraño espacio polianguloso ocupado principalmente por ruinas de viñas y universidades. Universidad y verdad, último habitante del olvidado rectorado, justamente condenado a cien años de soledad, casi el doble de su edad, por la más santa autoridad de la ciudad: La libertad. Sacrosanto malentendido de más de un joven perdido, ni aquí ni en sevilla, ya sin silla, trabajando el campo con la idea de que la educación es cosa fea, retozando en la calle con estimulaciones simuladas de actrice encantadas, proyectadas, alucinadas sobre paredes graffitadas de ciudades masacradas. Feducación, como la de Ión, paso del divino ignorante al ladino hipócrita; embotamiento de capacidades particulares, ¡para todas las edades!, aguja hi-hi-potérmica sobre la estésica masa cranical. Inoculación fracasada de virus burroughsiano, burkesiano, burguisiano, involuntario ataque sobre cualquier voluntad de sapoder. ¡No!, gritaban neovaginistas y companionistas, bloqueando las entradas al recinto de capadas; tristes nucas eunucas eutanatizadas del saber. And lo!, for there was no; and no it was, et ce etait bon.
((¡Pero calla, hombre sin talla!, la divagación pseudodistópica no interesa, duquesa. Duquesa de Mainz quejándose de la estupidez inherente a semejante distopía. ¿Dónde está la estría?, pregunta ella, muy pilla la pía. En efecto, el fin de la educación no puede considerarse sino un notición. Pero no permitimos más críticas de las deseadas a este texto, porque no es un palimpsesto. Ni interpretar ni cagar.))
¡Llamativo!, acariciándose su barba de chivo, pechivo pegado a la peccata minuta de su tez. Pez de colores en formol, leyó, admirativo y un tanto caritativo. Crítica metadesinteresada, regocijo.
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