martes, 30 de julio de 2013

Casa sin puertas.

He empezado hoy.

Me siento bien. Tranquilo, pero enérgico. Trabajador. Alegre. No me asusta mucho lo que vaya a pasar. Un poco. Pero no mucho. Estoy más o menos listo para ello.
Cuando escribo, suelo intentar que el número de líneas de un párrafo sea impar. Está anotado. Si las líneas de varios párrafos seguidos suman diez sin recurrir a ningún par, me siento satisfecho. Está anotado. Todo está debidamente anotado. Todo ésto se sabe. No es importante. No es de particular importancia. Está guardado y archivado y fotografiado. Digo fotografiado porque han fotografiado algunos párrafos. Al lado ponían números, contando las líneas. Al lado de los párrafos, digo. Las fotos las hicieron con una Réflex. Muy buena. Me gustaba. Aunque no sé mucho de fotografía.
Se me aconseja que satisfaga mis "manías".

Bueno, pues lo hago.

Bueno. La ventilación es buena. Ahí no hay problemas. Es buena. Hay agua corriente. Y comida. Y agua mineral. Font Vella. Me gusta mucho. Está deliciosa. Tengo de sobra, y toda está fresquita. Tal como a mí me gusta.
Además tengo estanterías. Algunas están vacías, otras no. Las que no están vacías tienen cosas. Entre esas cosas hay libros. Y películas. Libros, películas, cedés. Abundan. Todos me gustan. Todos y todas. Tengo muchas cosas que hacer, ver y leer.
También tengo una sala de ejercicio. Por si me apetece. Y mudas de ropa. Y no sólo hay ducha, sino bañera. Incluso tiene hidromasaje. Está muy bien.
Es un dúplex. Eso me asusta un poco.

La casa parece adaptarse bien y yo me adapto bien también. El aparato artificial de luz solar da vueltas por el sótano. Paso allí varias horas al día. Leyendo. Da vueltas de forma caprichosa. Como un robot aspiradora vuelto loco. Ilumina unas paredes desnudas. Bombillas colgando del techo. Paredes húmedas. Puertas de madera. La televisión y el aparato de música están arriba, así que aquí lo único que puedo hacer es leer. Me siento muy seguro cuando cierro la puerta y el aparato va dando vueltas y vueltas de forma cada vez más previsible. A veces abrazo el aparato y hasta le lleno a besos. A veces duermo en el sótano, con el aparato encendido. Amo al aparato.

El piso de arriba está cerrado y sepultado y bloqueado y no quiero hablar más de eso. El piso de arriba es malo. El piso de arriba es malo. El piso de arriba está sucio y es maligno y no debe ser tocado. El piso de arriba es el límite. Si algún día algo baja del piso de arriba no sé qué haré pero se me prometió que eso nunca pasaría así que eso nunca va a pasar. Si algún día algo baja del piso de arriba me esconderé con mi aparato. Beberé la humedad de las paredes. No comeré. Aguantaré. Comeré hojas de libro. Nada debe bajar de arriba. Por si acaso, pongo otra estantería en las escaleras. Esa estantería no tenía nada dentro. No me servía para nada. Así sirve para algo. Aunque sólo sea para tranquilizarme. Me río. Reírme me tranquiliza. Se me advirtió que no dijera lo que hace cada cosa. Pero me tranquiliza. Se me dijo que me tranquilizara. Todo lo posible. Tranquilidad. Tranquilidad. Tranquilidad energía humildad generosidad amabilidad civilidad. Soy civil. Contrario de incivil. Cívico, no cínico.

En la esquina de la cocina hay un charco de una sustancia oscura extraña. No me suelo acercar. A veces me habla. No entiendo muy bien lo que me dice. No porque no hable su idioma. A veces distingo palabras. Muy sueltas. No las recuerdo, no me fijo mucho. Si me fijo y recuerdo alguna lo pondré aquí. No me habla mucho, sólo a veces. Cuando he pasado mucho rato abajo. O cuando me quedo mirando la escalera. Son momentos de energía malgastada. Tengo mucho que hacer. Ayer vi muchas películas. Ayer vi muchas películas. Ayer vi muchas películas. Oh dios mío, ¿qué películas vi ayer? Oh dios mío. Oh dios mío. Ah. Ah. Godard. Sí. Ese nombre. Lo recuerdo. Sí. Sí. Godard. Humildad. Tranquilidad. Energía. Civilidad. Godard, Godard, Godard. Me aferro a ese nombre y resulta que tiene espacio para manos y espacio para pies y me siento muy feliz porque está acolchadito. Sonrío, no puedo parar de sonreír, me siento feliz, me siento muy feliz aferrado a Godard, amo a Godard, te amo Godard, Godard, Godard, ¡Godard!

No me masturbo. Ya no lo necesito. Me he aburrido de ello. El erotismo en general me aburre. Aunque muchos libros y muchas películas hablan de ello. Lo miro desde fuera. Se me dijo que no podría haber erotismo aquí. No me importaba. Siempre lo he mirado desde fuera. Incluso me ha aburrido siempre un poco. Me cansan mucho los dionisíacos. Y me gusta Dioniso. Pero no me gustan los dionisíacos. Me aburren. Dicen lo mismo siempre. No me los creo. Tampoco a los contrarios. Amo a Apolo. Pero no a los apolíneos. Apolo es otra forma de locura. No racionalidad. O racionalidad es otra forma de locura. Me lío. Se me dijo que no abstrayera. Pero el erotismo es abstracto. Al menos ahora lo es, para mí. Mejor haré lo siguiente. Concentrar mis restos eróticos. El erotismo estará sólo en las películas y los libros. Será una cosa unidimensional. Estará en muchos y nada más. No habrá nada que entender. Ni profundizar. Serán como un color. Ya está. El color erotismo. Invadirá algunas cosas pero pocas. Color erótico. Sí. Eso solucionará muchas cosas. Bueno, tampoco muchas. Algunas. Podré seguir las instrucciones.

El piso de arriba el piso de arriba se está moviendo juro que se está moviendo lo juro antes no estaba ahí lo juro lo juro pero estoy tranquilo se me advirtió se me advirtió se me advirtió eso es todo lo que hará moverse y nada más me lo tomaré como una migración y ya y ya está ya está ya está.

Hay cuadros. Son cuadros bonitos. No los reconozco. Antes los reconocía. Pero me olvidé de apuntarlo. Y ahora que no tengo sus nombres apuntados no los conozco. Qué se le va a hacer. Algunos que no me gustan los he colocado en las escaleras. Estoy muy satisfecho por ello. Sonrío. Mis manos están llenas de polvo. Me las lavo. Me miro. Sonrío. Sonrío. Sonrío. Sonrío. Sonrío.

Paso más tiempo abajo. ¡Me gusta estar abajo! ¡Me gusta el aparato de luz solar! Ya nisiquiera necesito leer. A veces simplemente me quedo mirándolo. ¡Me gusta mucho mirarlo! ¡Horas y horas! ¡Es fascinante cómo ilumina y cómo se mueve y me dan ganas de matarlo a besos! ¡Cómo lo amo!
Duermo tambien con él. ¡Me he traído comida y bebida! ¡No importa, porque había una nevera portátil! Claro que sigo subiendo. Sólo allí puedo ver películas. ¡No me voy a bajar la televisión, si nisiquiera hay enchufes! Abajo leo y miro el aparato y duermo y como y bebo, y nada más. Todo eso también lo hago arriba. No es que tenga miedo a estar arriba, claro. Simplemente me siento mucho mejor aquí abajo. Con mi aparato. Oh, cómo amo a mi aparato. Cómo lo amo. No puedo expresar hasta qué punto amo a ese aparato.

Que se creen que me engañan. El piso de arriba no sólo se ha movido. Ha bajado. Ha bajado un poquito. Hay menos peldaños. No me avisaron de ésto. A lo mejor no querían engañarme. Se equivocaron. Se olvidaron. Es normal. Pero hay menos peldaños. Puede seguir bajando. Seguirá bajando. Pero tengo el aparato. Me preparo para bajar al sótano. Al sótano siempre. Al sótano.

Charco: "La letra a en el abecedario cirílico significa una serpiente marítina exponiendo sus amplios conocimientos ante una selecta audiencia de las universidades de mayor prestigio del mundo encerradas en una anguila eléctrica brillando en la oscuridad de una caja de mago borracho y saltarín y la letra significa una serpiente y la serpiente se enrolla se enrolla se enrolla hasta que no hay centro porque la serpiente ha engullido el centro de tanto enrollarse la serpiente se enrolla y entonces aparece la letra b que sig"

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

b

Estoy en el sótano. En el sótano. ¡Soy feliz! Tengo comida. Bebo la humedad de las paredes. Tengo font vella. Pero no quiero gastarla. Hago pipí. En las paredes. Y popó. En el suelo. En un rincón. La luz los ilumina. A veces. Otras no. Como poco. Leo. Tengo libros. He traído muchos. NO puedo ya ver películas. Ni escuchar música. Sótano, sótano, sótano. ¡El aparato! ¡Tengo el aparato!

domingo, 21 de julio de 2013

Microdeath sofstar

Hoy ha sido un día aburrido, escribió en su diario. No ha pasado nada en particular, escribió en su diario. No ha comenzado nada ni acabado nada, escribió en su diario. No ha habido nuevas palabras ni viejas palabras ordenadas de formas nuevas, escribió en su diario. No ha habido nuevos hechos ni viejos hechos ordenados de formas nuevas, escribió en su diario. En general, mismo día que ayer, y que anteayer, escribió en su diario. Misma forma, distinto contenido, escribió en su diario. El contenido no importa una vez es traspasado por la forma, escribió en su diario. Retorno, retorno y retorno, escribió en su diario. Y al final del día lo escribí en mi diario, escribió en su diario.

James es un chico normal.
John no es un chico normal
James se mueve de formas habituales. Camina sin pensar demasiado en el acto de caminar. Come, bebe, disfruta, corre, fornica, siempre sin salirse de los cánones y sin pensar siquiera en ellos.
John se mueve de formas habituales. Camina pensando demasiado en el acto de caminar. Come, bebe, disfruta, corre, aunque no fornica, siempre sin salirse de los cánones y pensando demasiado en ellos.
James y John son amigos. James no piensa demasiado en el hecho de que son amigos. James quiere mucho a John. James considera a John uno de sus mejores amigos. James confía casi ciegamente en John. James recibiría una bala por John. A veces lo piensa. Pero no mucho. Lo considera normal. Es normal. Uno hace cosas por sus amigos. Uno confía en sus amigos. John es su amigo. Él, James, es amigo de John. Se saludan y se insultan de broma y se dan palmadas en la espalda. Tienen bromas recurrentes y se cuentan las mismas cosas ocurridas en diferentes momentos. John habla de castrarse. James se ríe y le da una palmada en la espalda. John se ríe y dice que sería un derroche. James se ríe y está de acuerdo. John se ríe y añade que está siendo un derroche, igualmente. Ambos se ríen.
James está contento. O no lo está. Disfruta. A veces está triste. No mucho. Le pasan cosas malas. A veces ocurre. Es normal que pasen cosas malas. Intenta no darles importancia. Pero a veces le duelen. Se las suele contar a John. John le intenta animar. James se deja convencer. James sufre y disfruta. Le pasan cosas buenas además de las malas. James piensa que le pasan más cosas malas que buenas. John le dice que no le de tantas vueltas. James está de acuerdo. Pero le da vueltas igualmente. Le parece que no tiene una buena vida. Le parece que está triste y que de algún modo no es feliz. Pero igualmente está contento, sobre todo cuando está con John. Se siente realmente cómodo estando cerca de John.
John no se siente cómodo con James. Pero se siente cómodo, en cierta manera. John sabe desenvolverse cuando está con James. Pero no se desenvuelve, sino que desenvuelve algo. De alguna forma, todo lo que habla con James son invenciones, y es consciente de ello. John aprecia mucho a James. Pero no puede acabar de apreciarlo del todo. John no recibiría un balazo por James. John sabe que debería recibir un balazo por James, pero no se siente capaz; John sabe que si tuviera que escoger su vida o la de James, escogería la de James, pero no por James, sino por él mismo.
John piensa mucho en el suicidio. No se lo cuenta a James. John sólo le cuenta a James las cosas que James le cuenta a él. John se siente como si sólo parte de él fuera amiga de James. John piensa que si le dieran la oportunidad de morir la escogería aunque eso perjudicara a James. A lo mejor incluso estaría dispuesto a que se murieran ambos si eso implicara que él, John, se muriera. John se siente una existencia espiral. Todo lo que le llega da miles de vueltas antes de ser absorvido. No es una esponja como James. Es una espiral. No una esponja. James es una esponja. John una espiral. James esponja, John espiral.
A veces se cansa de pensar de esa forma y piensa de otra. No le resulta difícil. En realidad no tiene una forma fija de pensar. En realidad siente que es extraño. A veces piensa que más que una espiral es un cono. Él está abajo. El cono apunta hacia abajo. Está en la punta. Arriba está lo demás. Lo demás es James, sobre todo, y las circunstancias y los hechos y las palabras. Pero tampoco es un cono. A veces John piensa que en realidad James y él son iguales. Eso no le disgusta. John quiere mucho a James. Pero John no puede querer del todo a James. John es demasiado extraño para querer del todo a James. O así piensa él. También piensa que en realidad es normal. Piensa que en el fondo quiere a James mucho más de lo que cree. Piensa que la espiral es distinta, que el hecho está abajo y él es el que va dando las vueltas hasta perder el origen de vista. John piensa demasiado.

"Is there anybody out there?"

Al principio, cuando la gente desapareció, John se sintió muy desconcertado. ¿Adónde habían ido? ¿Habían muerto? ¿Había habido una epidemia? ¿Cómo habían podido simplemente desvanecerse? John se devanó mucho los sesos. James estuvo más tranquilo. A James no parecía importarle. James nisiquiera lo mencionó. Así que John no se lo mencionó a James. Un día James fue a casa de John. A partir de entonces vivieron juntos. Se alimentaban de la comida que quedaba en los supermercados. De las latas de conservas de las casas. De lo que pescaban en el río. De los frutos que caían de los árboles. Adam y Steve, pensaba John, jocoso. Aunque no sentía ningún impulso erótico hacia James. James tampoco sentía ningún impulso erótico hacia John. James ya no fornicaba, por supuesto. James y John se hicieron iguales en eso. Pero sus conversaciones no cambiaron. John siguió quejándose de lo poco que ligaba. Siguió bromeando con la castración. James se reía y le daba una palmada en la espalda. Le hablaba de viejas conquistas. Cada vez más viejas. No podía renovarse. No tenía otra opción que repetir una y otra y otra vez las viejas. John temía y ansiaba el probable momento en que empezara a inventárselas. Sabía que, con el tiempo, se las creería. James era así. John también era así. John también se las creería.
James y John escuchaban música. Compartían gustos. Tenían tiempo, así que investigaban sobre todo tipo de bandas y géneros. Les gustaban todos. Decían que da igual el género si el músico es bueno. Escuchaban a Beethoven y luego a Elvis y luego a Pink Floyd y luego a Chopin y luego a Miles Davis y luego a David Bowie. Bailaban. Se inventaban bailes. O imitaban bailes. Internet funcionaba. Y había muchos libros. Así que aprendían mucho. De muchas cosas. Música y bailes, entre ellas. For the tree of knowledge is, actually, the tree of life, contradecía John a Byron, y James estaba de acuerdo. Ambos habían leído a Byron. Habían tenido tiempo. Les gustaba mucho Byron. Pero creían que en realidad había que conocer. Aprender. Disfrutaban de ello. Nada les gustaba más que aprender nuevos conceptos o leer nuevos poemas o bailar con nuevas ideas. Cada uno a su manera. James era infeliz pero estaba contento. John era infeliz y no sabía si estaba contento. Creía que sí. Fuera como fuera, tenían mucho que hacer. Y mucho tiempo. Muchísimo tiempo.

They didn't fade away. They weren't there to begin with.

John también aprendió mucho de cocina. James también aprendió de cocina. Pero James no cocinaba. James no sabía cocinar. No quería saber cocinar. No sabía por qué. Manías, decía, encogiéndose de hombros. Algunas cosas simplemente no me gustan. Como a ti. A ti no te gusta fregar. No te gusta nada. Así que lo hago yo. Pero para fregar no había que estudiar. Así que John tenía mucho más trabajo. Porque John estudiaba libros de cocina e historia de la cocina y aprovechaba su irreal superabundancia para cocinar cada día algo distinto a lo que James y él siempre o casi siempre respondían satisfactoriamente. Pero a John no le molestaba. John disfrutaba cocinando. John creía que disfrutaba cocinando. John tenía una sensación agradable al cocinar. Como al leer sobre cocina. O al escuchar música. O al leer a Byron. John tenía muchas sensaciones agradables. También muchas desagradables. Pero muchas agradables. James también. James se creía infeliz. O creía creerse infeliz. John no sabía si creerse infeliz. John no estaba  muy seguro. Tenía muchas sensaciones agradables. Pero también desagradables.
John no sabía cómo se sentía sobre la desaparición de la humanidad. Al principio le daba muchas vueltas. Le estresaba. Quería entenderlo. Pero le confundía. Y se sentía mal. Ahora ya no le daba vueltas. No se sentía tan mal. Pero a veces le parecía extraño. O tenía miedo. O echaba de menos. Sobre todo a sus padres. Y a su perro. También desaparecieron los perros. Y los gatos. A saber por qué. "A saber" era la fórmula que más se veía obligado a utilizar John en su cabeza al pensar sobre la desaparición. Aunque, de todas formas, ya apenas pensaba en ella. Simplemente ocurrió. O eso pensaba. James no pensaba sobre ello. Simplemente lo aceptaba. O no lo aceptaba. Lo negaba. O lo afirmaba. No lo sabía porque no pensaba en ello. Era como una especie de rumor sordo. A veces lo notaba. Otras, no. Cuando lo notaba, simplemente se quedaba quieto. Dejaba de hablar. O de fregar. O de atender a la música. O de leer a Byron. Se quedaba quieto. Esperaba. Entonces se iba. Y entonces James se relajaba y seguía a lo suyo. Fuera lo que fuera, en ese momento, "lo suyo". John no decía nada. John no tenía esos momentos. John no tenía esos momentos porque aceptaba el hecho de forma distinta. Era constante. No algo que se introdujera de repente. Era también un rumor sordo. Pero siempre lo oía. Era parte de lo desagradable. Lo que le hacía dudar de si calificarse de feliz o infeliz. A veces volvía a pensar en ella. Pero era menos expresivo que James. O eso creía. A lo mejor también a él se le notaba, y James, como él, no decía nada. No lo sabía. Pero no podían hablar de ello. Eso estaba claro.

Is it too much for you too soon? Does it haunt you? Are you afraid to follow through?
Is it too much for you too soon? Like perfume. When it turns on you.

Fear sucks the senses like a leak, feast upon the emptiness that is increased.
All you need is time, but time recedes behind.

Aunque ellos sí tenían tiempo, pensó, embriagado como siempre por el afrodisíaco que era la música de Phideaux. James había cerrado los ojos. Siempre los cerraba con Phideaux. Temblaba. A veces lloraba. Era interesante. John no se solía sentir tan conmovido por la música. O sí. Pero no era tan expresivo. James era mucho más expresivo que él. James se sentía conmovido por la música y ésta le aplastaba y le llevaba por dónde ella quería. John se sentía conmovido por la música y ésta le aplastaba y le llevaba por dónde ella quería, pero le quedaban reductos. No era tan invadido. Sentía cierta indiferencia. Cierta. En realidad quizás no fuera distinto de James. A James lo veía desde fuera. A John no lo veía desde fuera. No podía pensar en John como John. John era yo. James era James. Era distinto. A lo mejor a James le pasaba lo mismo. A James no le pasaba lo mismo. James simplemente se dejaba llevar. Pero John pensaba que a lo mejor a James le pasaba lo mismo. A veces John pensaba que había algo esencialmente distinto en sus formas de pensar. A veces no. James no pensaba en ello. Si James no piensa en ello, razonaba John, eso debería ser prueba suficiente de que eran distintos. Pero no sabía si James pensaba en ello. Porque él no le decía a James que pensaba en ello. Así que a lo mejor James pensaba en ello pero tampoco se lo decía. A lo mejor eran camaradas, más de lo que esperaba. Eso le relajaba. James no pensaba en ello.
El tiempo no se quedaba detrás. El tiempo estaba delante. O aquí. No lo sabía. Era extraño. James y él no crecían. Llevaban mucho tiempo en esa situación. Pero no crecían. Era extraño. No crecían. John pensaba en por qué no crecían. John no sabía por qué no crecían. A veces John se escondía para llorar. John se escondía para llorar porque estaba confuso y muy triste. Estaba confuso y muy triste porque su situación era muy confusa e incomprensible y extraña y misteriosa y horrible. James simplemente se paraba, de vez en cuando, como un autómata al que hay que volver a darle cuerda. Pero la cuerda se la daba él mismo. James era una máquina de movimiento perpetuo, pensaba John, y se reía. Para sus adentros. Se reía para sus adentros porque, si no, James le preguntaría que por qué sería. O no. Normalmente se reía cuando James estaba "apagado". Al menos por ese motivo. Se reía en muchas otras situaciones, claro. Pero en las demás situaciones el motivo de su risa solía estar claro para James. En esa ocasión no lo estaría. Y tendría que explicárselo. O quizás no, porque James estaría parado. Probablemente no reaccionaría. John no lo sabía, y no se sentía tentado a probarlo. John no se sentía tentado a hacer nada que pudiera poner en peligro el equilibrio que había alcanzado su amistad con James. John no quería poner en peligro los hilos que lo unían a James. John, al fin y al cabo, se sentía bien con James.

domingo, 14 de julio de 2013

Melancholia.


Why do you stare
Do you think that i care?
You've been mislead
By the thoughts in your head


The Endless Enigma (Emerson, Lake & Palmer)

Agujas. Agujas.
La bóveda celestial en su máximo esplendor. Oh, la luna. Luna llena, luna sobre la que tanto se había escrito. Metáforas bellas, metáforas elevadas, metáforas metafísicas, metáforas completamente estúpidas. Poetas, filósofos que ignoran el enorme peligro de la metáfora. La metáfora que invade lo real, que lo ocupa, lo ocupa, lo va llenando hasta substituirlo. La metáfora que se convierte en algo más real que lo que representa. La metáfora que construye y destruye, la metáfora que cambia y dinamiza y al mismo tiempo lo convierte todo en un mundo estático, estático, tan bellísimamente estático, tan elevadísimamente estático, lo estático como metáfora (Oh, la irresistible caída, el vértigo de desearla, la enorme delicia de autocontradecirse, presentar las contradicciones en un discurso multitudinario y reír a carcajadas cuando alguien las hace notar) de lo divino.
Pero agujas. Oh, otra metáfora. Uno no puede evitar reírse. Reírse, reírse de sí mismo y de la raza humana y de absolutamente todo. Reírse, reírse, reírse ante el ridículo que parece (metafóricamente) ocuparlo todo. La risa como metáfora que cura las metáforas. La risa como metáfora que cura las metáforas...
Pero agujas. Agujas. Aunque las agujas sean una metáfora, aunque pensar agujas y aplicar agujas cambie el objeto al que se aplican, el hambre está ahí. Existe. Oh, y tanto que existe.
El planeta Melancholia brillaba. Era un brillo curioso, intenso, azuláceo. Por supuesto que no provenía de él, pero a veces uno no podía evitar pensar que era justo el brillo adecuado a ese nombre (Craso error, dado que probablemente el nombre se le diera a causa del brillo. Metáforas acumuladas sobre metáforas. La escena de Aguirre en que los soldados ven un galeón sobre un árbol, y se preguntan si existe o si es una metáfora de sus deseos. Oh, de qué coño sirve pensar ahora en Aguirre. ¡Mierda de maravilla de película que no se dejará volver a ver...!).
Se estimaba que quedaba alrededor de una hora para el choque (Él lo estimaba, observando por el telescopio, asemejándose quizás a una extraña versión de La ventana indiscreta, observando con morbo sensacionalista el acercamiento del gigantesco planeta).
Pero las agujas. Oh, las agujas. De tanto pensar que eran agujas uno acababa convencido de que realmente le estaban clavando agujas. Miles de agujas. Una tras otra. Una sobre otra. Una provocando que la anterior se clavara con aún más profundidad. Agujas, agujas, y uno se convertía de pronto en un jersey y no tenía que preocuparse porque las agujas no eran más que una parte del proceso de llegar a ser. No debían doler, no debían angustiar; tan sólo ayudaban, tan sólo echaban una mano a la hora de ser y de evolucionar y de convertirse en. Oh, una metáfora peligrosa, pero relajante. De nuevo, el delicioso placer de contradecirse. De sentirse un Nietzsche que se ataca a sí mismo. De martillear y martillear y acabar alcanzándose a sí mismo (Asegurarse de que uno acaba alcanzándose a sí mismo).
Desperezarse y cambiar de postura. Sentir la hierba sobre el rostro, iluminada por el intenso azul de Melancholia (El intenso azul de la luz que pasa por Melancholia). Mirar el reloj y ver que queda media hora y sentir otra aguja (¡Niña, espera un poco que en nada te acabo el jersey! ¡No vayas a coger frío!).
Y entonces hartarse. Levantarse. Saber que es inútil, pero querer disfrutar los últimos momentos (Se detecta metáfora). Saberlo irrelevante, pero desear hacer algo (El protagonista de Ikiru). Saber que se acerca el fin de la metáfora, pero desear crear una nueva (La memoria poética que regresa a sí misma antes de autodestruirse).
Pero sentir como una aguja atraviesa el estómago y lo obliga a uno a tirarse y a retorcerse y a gritar y a chillar y a comer tierra y a babear y a vomitar y a convulsionar y a revolcarse y a enfermar (Vid. Arte).
Entre convulsiones, mirar. Que no haya reloj. Que no haya tiempo.¿Qué implicaría pensar el tiempo sin un reloj? Sin duda se lo pensaría de forma radicalmente distinta, pues los segundos y los minutos y las horas y las matemáticas son una forma de pensarlo y de aceptarlo y de concebirlo (Física cuántica: El objeto cambia al ser observado). Veinte minutos no son la eternidad; veinte minutos son. La ausencia de adjetivos. El ser como ser, en cuanto a que es.
Mirar.
Agujas.
El planeta acercándose lentamente. Lentamente. Suavemente. Trayectoria en espiral (Perversión del divino círculo, dinámico en vez de estático, Cien años de soledad). Minutos. ¿Minutos? (Happy. Happy?, desear reescuchar discos de Oldfield). Si no se piensan los minutos, no hay minutos. Las metáforas requieren ser pensadas para ser. La metáfora es el mundo de Berkeley, el mundo del idealismo subjectivista, el divino y circular y absoluto mundo de las Ideas. ¡Incluso las metáforas del cambio son tan asquerosamente estáticas...!
Agotarse súbitamente. Mirar desafiante al fin. Esperar.
Sentir agujas. Pensar en como La muerte de Artemio Cruz acaba afirmando la propia muerte.
Morir (Synechdoche, New York: Toda muerte es la misma muerte. Las diferencias no importan porque todas las vidas son iguales en su individuación).

- Semblanzas del fin del mundo, capítulo XVII: Los pedantes.

miércoles, 3 de julio de 2013

Boris y sus tres versos (En estado de caracol)

"In my eyes I have seen this before
golden mountains with dirt on
the floor
and the light waves contract and distort
 as a lone sun ship sets into port.

Animation has jumped from the block,
 voice control keeps sidereal clock,
 it's madness pointing at you.
(...)
And the scriptures must always make sense
 over simple the mind is too dense
 march onward the soldier arrives...

March onward biding his time...

March onward losing his mind... "
- Boris and his three verses, de Yezda Urfa

Gesto tranquilo y voz suave se juntan con todo lo demás para formar a un anciano de largas legañas y barba postiza. Hombre solitario y excelso, espolvorea oro sobre su comida y la devora con un gigantesco tenedor en forma de caracol. Sabio, tranquilo, quizás hasta un poquito zen, camina con paso suave por las montañas sobre las que una vez escribió tres versos. Se despereza por las mañanas, con la luz del sol alumbrando su dentadura dorada, y, envuelto en mantas, se afeita y se peina meticulosamente antes de desayunar. Ya con su barba postiza puesta, sale y pasea por las gigantescas montañas que le vieron dar a luz una vez a tres versos. Sólo a tres.

Tocado, cayado, escalera de caracol. Repetición de imágenes, una y otra vez. Boris sentado en un gigantesco sillón de oro. Tráveling hacia atrás demuestra que el sillón, y por tanto Boris, se encuentra dentro de un diamante. El diamante está enquistado en las fauces de un dragón. El dragón, ya moribundo, exhala un suave aliento que aún envenenará varios millones de semillas antes de disolverse. Tráveling hacia atrás muestra que el dragón es la lengua de Boris. Tráveling hacia atrás muestra a Boris mirando hacia abajo.

De vez en cuando, unas piedrecillas caen desde la cumbre, animando su paseo. Enérgico a pesar de su edad, Boris da una vuelta entera a su montaña (La que considera su montaña, madre y hermana, obra y autora) para volver al lugar donde empezó. Repite. Repite. Todos los días, hasta la hora de cenar. Porque Boris sólo desayuna y cena. Su cena es una natura morta decadentista. Guarda sus viejos dientes en un pequeño saco que siempre lleva atado al cuello.

lunes, 1 de julio de 2013

Qué desgracia (Berg).

Qué desgracia, qué desgracia. No, no me lo esperaba. Qué desgracia. Qué desgracia, qué desgracia. Quién se lo hubiera esperado. Semejante desgracia. Qué desgracia. ¿Así quedo bien? Qué desgracia, qué desgracia. Niña, muévemelo un poco a la derecha. Fortachón, apúntame bien con eso, sí, así es. Los malditos jóvenes que sois. Pero qué desgracia. No sabéis captar hasta qué punto es una desgracia. Desgraciadamente, porque es una desgracia que no sepais captar la desgracia. Qué desgracia, qué desgracia. Cierra la boca. Es una desgracia, y sólo yo sé apreciar que lo es, y hasta qué punto lo es, y cómo lo es. Yo, sólo yo comprendo. Qué desgracia. Desgracia mitológica, hijos. Que os creéis muy vuestros, pero no, que no ha cambiado. Ni que fuerais a entender las cosas mejor que yo. Hijo, gira un poco esa luz. Sólo un poco. Mirad, es una desgracia en el sentido en que la historia de Orfeo y Eurídice es una desgracia. Que sí. Así, un poco a la izquierda. Desgracia mitológica, sí señor, desgracia cargada de épica y tragedia. Y todo descolocado. El leñador cavando. El lobo asesinado. Pero todo sigue igual. No sabéis captar las desgracias, hijos, porque las desgracias no son sólo desgracias. Las desgracias van más allá de sí mismas y se insertan en otro orden de cosas, sí señor. De hecho, las desgracias prácticamente forman ese orden de cosas; muy poca alegría vais a encontrar en la mitología, hijos, porque muy poca alegría vais a encontrar en las desgracias, y las desgracias son la materia de la que están hechas las cosas que realmente son. Aquí, mejilla derecha. Realza. Muy bien. No sabéis nada, hijos. No sabéis que cada desgracia es producto de una singularidad y de una repetición. Que esto lo tengo yo muy claro. ¿Ha ocurrido? Claro que sí. Pero se podría igualmente admitir que no ha ocurrido. Vosotros no podéis admitir ésto, y os quedáis con sólo un lado de la moneda. No lo entendéis. La desgracia, la desgracia es la esencia de todo. Todo es desgracia o no-desgracia, ¿sabéis?, y la no-desgracia viene sólo como contraparte de la desgracia, la desgracia no está ausente en la no-desgracia. Todo es repetición, sí señor, como dicen vuestros pequeños nihilistas, pero esa repetición sólo se puede sostener en su propia imposibilidad. La mitología misma implica que los sucesos sólo son simulacros de sí mismos. Es todo un juego, como siempre. Ya lo dicen todos los buenos. Hazme el favor, pásame el paño. Hijo, que no puedo moverme mucho, ten un poco más de energía. Ay, qué desgracia. También es una desgracia que ninguna desgracia pueda aspirar al título de desgracia. ¡Oh!, la estructura del mundo es muy extraña, hijos. Que os lo digo yo. Al final uno sólo puede quedarse mirando embobado cómo las constelaciones se van formando por sí solas. Todo ésto es una repetición de pensamientos obsesivos de un hombre loco, atado a una silla, ojos totalmente abiertos. Y todo es una desgracia, hijos. Qué desracia, qué desgracia. Desgraciada la desgracia que no puede desgraciar, amén. Desgraciamén. ¡Berg! Berg. Bergueando vamos aguantando, hijo. Tú berguea mucho, todo lo que puedas, con muchos bergs muy bonitos. Acércame un poco el berg. Así, por toda la cara, te parecerá bonito. Berg. ¡Berg! Desgracia. Berg berg. Berg berg berg. Berg berg. Todo está aquí, hijos, berg berg. Las cosas son de una forma, y no de otra, y justo por eso las cosas no son de una forma ni de otra berg. Ni de un berg, ni de otro. Berg berg. Berguead todo lo posible, no seais tontos. No intentéis cosear las cosas, sólo bergueadlas. Berg berg. Qué desgracia. Bergracia. Verbigracia. ¡Su santidad, qué pronto ha llegado! Sí, sí, Susan, les estaba hablando sobre el Berg y la desgracia, pero no pillan nada, no se enteran de nada, como nadie se entera nunca de nada. Anda, pon la tele, Susan, que ni eso saben hacer sin convertirlo todo en algo vacío y estúpidamente carente de Berg. Que a ver qué vamos a hacer sin berg. Coño ya. Es una desgracia cargada de berg. Vosotros dejad que todo se llene de berg, y ya veréis como empezáis a entenderlo todo mucho mejor. Aunque a lo mejor ni podéis. Berg, berg, mucha sabiduría y muy poca cabeza. Sí, Susan, debe de ser la política, que los pierde ya desde pequeños. En la política no hay Berg posible. Hijos, no sepais nada de historia. En serio. La historia carece totalmente de Berg. La historia es pura política, y la política es la pura ausencia de berg. Berg berg. Las desgracias políticas no son desgracias hasta que dejan de ser políticas. Berg berg. Tanto perderse en un mundo que entendéis. Oh, yo soy tal, tú eres tal, pero ¡pam!, llega la escritora fría, y ¡pam!, debajo está el terror de lo vivo. Qué tontería. Ambos. Qué tontería. Si todo es mitología y Berg, y más allá de eso no hay nada. Berg berg. Berg berg. Señor presidente, háganos el favor de volarse los sesos. Sonría para la foto. Antonio quería berguearse a su chica, pero su chica le dijo que Berg. Berg. Berg. Susan, Susan. Berg berg berg berg. Moved la luz. El polvo. Talco. Polvo. Talco. Polvo. Luz. Talco. Berg. ¿No lo véis? Es claro como la jodida geometría. Antonio no se la pudo berguear, ¿así que qué hizo? Pues hizo Berg. Y ese Berg era tan nuevo que era viejo. Y la singularidad de la repetición pasó desapercibida a los arrogantes jovencitos que se creían parte de una generación distinta y que no tenían ni idea de lo que era la desgracia. Ni el Berg. Señor presidente, señor presidente. Señor presidente, ¿está usted ahí?, señor presidente. Grítelo, señor presidente, y sonría, señor presidente. Señor presidente, sonría, los sesos mancharán la pared y formarán la palabra "BERG", el Verbo puro, la única, lo único, oh, dioses, no. No lo sabéis. No lo sabéis. Quiero arrancarme todos los pelos. Susan, arráncame los pelos. Susan, Susan. Susan, las rubias de Hitchcock. Drácula. La desgracia. No lo entienden. No saben nada. Susan, Susan. El señor presidente está sonriendo y le veo todos los dientes, Susan. Todo va bien. Todo va bien. Vuelve, vuelve, vuelve, vuelve, vuelve. Mar, mar, mar. Vuelve, mar, desgracia del mar, todo metido en un embudo con un poco de leche. Un queso delicioso, se lo decíamos siempre. Qué desgracia. El queso, la desgracia. Ahí está. Berg. berg berg berg berg berg. ya basta. fuera. señor presidente, por favor, vuelva a devorar sus sesos. señor presidente. susan, háblame. susan, bendice la mesa. hoy de comer hay berg. susan, ¿no lo ves?, susan, quiero que me rescates. susan, sácame de esto. susan, susan. me oprime. susan. no hay nada de lo que salir y no puedo salir. no hay nada de lo que no pueda salir saliendo pero no puedo salir ni entrar. no puedo entrar. no entro. no salgo. susan, susan. vuelve. susan, está volviendo. susan, las obsesiones de la realidad, ni yo misma las entiendo, susan, menudas mentiras les estaba soltando a esos jovencitos. susan. es una desgracia. es una desgracia. qué desgracia, susan. qué desgracia.