martes, 17 de diciembre de 2013

Centón de colas de gato con visos pálidos de ratón (Y otros relatos)

Un tal Él iba un día por una calle.
La calle, dadas nuestras intenciones narrativas, no debe ser imaginada de ninguna forma en particular; agradeceríamos a los lectores que mantuvieran en suspenso cualquier idea que puedan hacerse de la calle particular sobre la que Él caminaba, excepto que es una calle.
Él tampoco debe recibir atributos claros. De hecho, le pedimos al lector que no se imagine nada de lo que se está aquí escribiendo; satisfágase con considerarlo un experimento mental. Podríamos discutir si Él tiene el pelo moreno o rubio, pero no podemos evitar señalar que ya demasiados ríos de tinta se han derramado en cuanto a la morenez o a la rubiez característica de unos cabellos, masculinos o femeninos, cortos o largos, lisos o sedosos, viejos o jóvenes, quizás unos cuantos, menos distinguidos, con inicios de sarna. Es posible - Y, querido lector, siento tener que lanzarte de pronto esta posibilidad a la cara, como quien dice - que nisiquiera tenga pelo. De hecho, y continuando con nuestra serie de sorprendentes revelaciones, es posible que nisiquiera sea un hombre; se podría considerar que el pronombre está neutralizado, y representa cualquier posibilidad que se pueda concebir. Para evitar temas especialmente controvertidos, no nos mencionaremos siquiera sobre el color de su piel.
Si nos parece, en cambio, quizás por puro capricho o quizás por necesidad narrativa (No te impacientes, no es de buena educación mirar el final antes que el principio), que Él debe llevar un sombrero. De nuevo no nos mencionaremos sobre el susodicho, en cuanto que, máxime que deseamos mantener nuestra imprecisión, tampoco podemos admitir sin perjurio tener conocimiento alguno sobre las susodichas prendas de ropa (Las cuales siempre nos han parecido tremendamente elegantes, pero sorprendentemente pequeñas para nuestras cabezas de ventosa).
En fin, queda establecido que Él (Género neutro) iba un día (Casi se nos olvida decir que podría perfectamente ser una noche, y de cualquier época del año; el sombrero no contradice ninguna hipótesis) por una calle (Realmente le pedimos al lector que se esfuerce porque ninguna imagen llene su cabeza sobre la susodicha) con un sombrero bien aposentado en su sesera.
¿Se te aparece quizás, querido lector, dado el lenguaje usado, la imagen de un burgués regordete, novecentista, traje negro, pelo casi inexistente, expresión de autosatisfacción, sombrero largo en extraña señal de orgullo? Curiosamente, a nosotros también. Se podría utilizar esta imagen, como placeholder, en caso de no ser capaces de imaginar un ser total y absolutamente sin atributos. Lo mismo se dice sobre cualquier imagen no sugerida por un exceso de lecturas románticas (O sí sugerida, pero en forma distinta).
Su caminar es un caminar poco destacable. Paso aquí, paso allá. ¿Cojeará, quizás? De nuevo, no queremos pronunciarnos. Si el lector está tan cernido en la idea de hacerse una imagen, bien, se le permitirá que cojee; pero con la condición de que no sea una cojera muy pronunciada, o al menos no lo suficiente para dar un carácter melodramático al hecho de su caminar. Es decir, que ni se arrastre, ni tenga que andar a la pata coja (Aunque la idea, sumada a la imagen del burgués, se nos hace ligeramente simpática).
Aquí es dónde se cae la cosa.
Qué fastidio. Lo tenemos caminando. Seguramente nos habremos hecho, a pesar de nuestras propias advertencias, una imagen relativamente clara de él. Quizás incluso una imagen de la calle, a pesar de todas nuestras advertencias. Y ya es tarde para hacer una fe de erratas.
Considerando ésto, damos el relato por cerrado con el hecho de que Él ganó mucho dinero, tuvo una vida extremadamente feliz, y se suicidó a los sesenta y dos años por una nimia cuestión de una herencia sustraída por la zombificación de su propietario.
Deseamos de todo corazón que el lector pase una buena noche, un buen día, o la frase adecuada para el momento en que se ha tomado la molestia de leer nuestro pequeño esfuerzo literario, que esperamos haya disfrutado, y que, sin necesidad de amenazar como el gato Murr con un gesto de nuestras garras, consideramos más que digno de todos los paladares y esperamos afablemente la buena acogida que seguramente tendrá en las revistas literarias de turno.
Para terminar, adjuntamos un escrito de un poco íntimo colega nuestro, un tipo raro y solitario, de abrigo pardo, sudor fácil, y que, según diversos testigos, "siempre es visto con un libro en la mano" (Si para leerlo o no es cuestión que la posteridad deberá debatir).

---------------------------------------------------------------------------

Fiuuuuuu. Fiuuuuu. Fiuuuu.
¡Sorprendente! Ésto de volar se me da mucho mejor de lo que esperaba. Debería haberlo intentado mucho antes, sí señor. Si la metamorfosis ya estaba lista; sólo quedaba nacionalizarse chino y ala, todo el espacio de los cielos quedaría abierto al delirio de mis pulpíferos brazos. Hop hop, splash, crash; pium pium incluso, pero sólo fingido, de broma, cuando encuentro a otro que también está volando (Aunque interiormente le deseo la más torpe y dolorosa caída posible, digna como mínimo de un cuadro de Delacroix).
Mis alas (Ésto ya no existe. Es sólo elemento de mi imaginación. Pero me gusta pensar que tengo alas.) ascienden aún por encima de mi cabeza, y planean, y su condición de imaginarias permite que no necesiten moverse, lo cual me da un aire regal que provoca el respeto instantáneo (Los sombreros prácticamente se derrumban a mi paso) de todo aquel con el que me topo. A todo le sonrío con magnanimidad, pensando en lo delicioso que sería comerme el ojo izquierdo de todos mis (a partir de éste instante) súbditos para dejar clara la condición castista (Yo > Mundo, donde ambas son entidades claramente definidas y demostradas según el principio de nonsense de Lewis Carroll, a saber: Si a, entonces por qué no b, y quizás c, y podríamos añadir d ya que estamos, y así ad infinitum) de la sociedad que con mi mero pasar se está formando (Se darán la buena vida, que lo sepan; declararé la ley del lupus y cada uno podrá felizmente
felizmente
Sonriente
Extásicamente
Pedazos y pedazos de carne
Lloviendo, cayendo sobre una ciudad
Carne humana mezclándose con el smog industrial barcelonés
Sangre lloviendo junto a-
Demasiado es.
Giros y giros como pan en un horno, aunque mi cama no está tan caliente.
Giros y giros y giros.
Me he deschinificado. ¡Ya no quiero hablar de yo! ¡Fuera!
Ha habido deschinificación. A partir de ahora se declara la absoluta prohibición del pronombre de primera persona del singular.
Sensaciones húmedas florecientes tras un velo anaranjado; el deseo como consecuencia necesaria de su propia ausencia, la búsqueda de las razones en el polo opuesto a todas las razones.
Se aventura la hipótesis de la asquerosidad y viscosidad de la vida. Un silencio transparente da luz a las amables e irónicas sonrisas del círculo de comensales. Comensales. Comensales. Al cerrarse la luz, deja de haber comensales, pero al mismo tiempo siguen presentes, no necesitando más que un suave esfuerzo para comprender, para ser lo aún no sido y no totalmente sido (ni essendi, sin ir más lejos). Gerundio del verbo ser, hipótesis predominante. Causante de la sonrisa, hilos de marioneta kleistiana. Sueño =/= Sonambulismo =/= Despertar; ¿cuál es el essendi? - Uno se inclina, como Kleist, por el segundo, matizando: Extraña vigilia de constante introducción del siendo. Cualidad definitoria: El punto ciego; evítese toda alusión a posibles más-allás, más propios de la falsedad mal llamada apolínea del sueño. Establézcase una línea de repetición: Saso saso saso saso saso saso saso saso (saso saso saso saso saso saso saso saso saso saso saso saso, ad infinitum). Échense los falsos términos, y guárdese un silencio presuntuoso. Háblese sólo de lo ya hablado en cuanto que es lo hablable; dispérsese lo demás en cuanto que no resulta hablable ni fónicamente aceptable. Establézcase: Estilo de vida del no-supongo. Séase mucho para no estar desprevenido; las palabras funcionan igual que el hidrógeno (Una vez solidificadas, podemos observar perfectamente su expansión). Sépanse todas las verdades para defender todas las mentiras; viceversa. Pequeñas galaxias chocándose y provocando explosiones de un minimalismo digno del suprematismo ruso.
Lo que se impone.
Lo que se impone.
Lo que se impone.
Lo que se impone.
Náuseas, pero nunca vómito. Ya basta con el juego. Lo confieso: No hay culpable. No sé descubrir al asesino. Largo de mi puto jardín.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Oh death!

"Mi caso es, en resumen, el siguiente: He perdido por completo la capacidad de pensar o hablar coherentemente sobre ninguna cosa."

Death! Death! Oh, you really take your time! Oh, my most beloved, my most tender death! My sweetheart, my lover, my wife, my husband! Oh death! Why, why are you so late? Why are you always so late? I see life tearing you up, sadistically shedding your skin with the cruelest of smiles, and it feels terrible, it feels empty, it feels unfair to see something so unworthy take your rightful place. Death, you are too permissive, my dear. Oh my beloved. Why, I am waiting, but I desire you! I desire you right now, as soon as possible! I desire your absence of colour, I desire the pain of unrenewal. I desire the motionless stare, the handicrafted clock, the shabby underlings.
My infancy - Lost! I learned it all wrong! Tricked, I was always tricked. You offered yourself to me; yet I chose the offer of life, candy wrapped in paper, paper written with cocaine. I always loved the spines, you know? I was always attracted to the fire. I felt compelled to return my hand upon the attacking flower, yet things did not flourish quite right. You see, I was taught, I avoided you. Even at sleep I would try to reject your beautiful sapphire-ridden wedding veil. I was scared, scared of the scare. I was scared that dread would not be quite enough. I was scared that something would not be quite right if I was not scared. I was fucked up. I played with my toys. I made my worlds. I created, and destroyed. I was the Lord, and I thought I did not need submit to thee.
But oh, it is not submitting! It is not surrender! Oh your tender embrace, please, please! I desire you now, quickly, inmediately, painfully. I want my hand to burn. I want my neck to break. I want all the limbs of my body to start an atavic dance which I have never learned but they've always known and tricked me into not knowing. Scaring me off. Putting it down. Oh death. Death. Please. Pretty please? Pretty, pretty please. You're pretty. Beautiful. You're the maiden hiding behind the roses. I want to fuck you. I want to hold you. I want to kiss you and make everything stop going.
But you just won't come. Oh dear, I know the waiting makes it sweeter, but it's already unnecesary! I am ready! I don't care which minister you use, but come! Roses coming out of my neck! Cells becoming radical protesters! A mysterious and fatal twist of the neck! Quick, slow, painful, painless, I'll accept it all! Oh that I may even have the chance to die all the possible deaths, to taste the forbidden fruit in all its possible forms!

Curl up. Curl up. Curl up. Curl up. Curl up. Nothing happens. Doesn't come. Curl up. Maybe it will. Won't anyone have pity of a blind horse? My eyes don't really work much anymore. Adjectives come, but they do not reveal. They are not themselves. They are not here. Adjectives float, unsustained, unsuspected. Adjectives. Adverbs. Curl up. Holding a knife. Up to your neck, and you are deflowered! Lose your virginity, my dear, you can't hold up your virginity forever. Eros is an asshole; it's just Janos in a cool coat, that Janos which conforms the absolute and ridiculous equality of Apollo and Dionysus (Nietzsche, you idiot. You idiot. I love you, but it's you, and Blake, and Hoffman, and oh so many others. You're at fault. You're completely at fault. You. You. You. YOU. WON'T YOU COME OUT OF THE VEIL YOU FUCKING ASSHOLE. I want my Turin horse, too. I want to rid myself of attributes. A preentrance. A something. Just don't know. Just burn your face. CLOSE YOU FUCKER.)