lunes, 27 de mayo de 2013

Y la bestia

Me miro en el espejo. Mi pelo está enmarañado, pero mi sonrisa está bien. El maquillaje también. Algo decolorido. Mi pelo está enmarañado, pero no voy a arreglarlo. Mi mano tiembla un poco cuando cojo el cepillo, pero el espejo sólo ve mi sonrisa. La pasta se derrama como ketchup sobre hamburguesa. Lo devoro. Lo devoro para que mi sonrisa no se distorsione. Me cepillo desde dentro. Mi pelo está enmarañado, pero no voy a arreglarlo. Muevo el cepillo con la lengua. No voy a arreglarlo. Mi sonrisa es grotesca, pero fija.
Escupo el cepillo. Su tintineo al chocar contra el grifo me hace daño en los oídos. No he perdido mi sonrisa, y no voy a arreglarlo.
Mi mano tiembla suavemente al coger la toalla pero me limpio la boca y todo va bien y no me lo arreglo. Me sonrío y no me lo arreglo. Me aparto del espejo y no me lo arreglo, pero mis manos corren a mi cabeza y mis pies corren a la habitación y mis ojos corren hacia todas partes. Mi cuerpo se tira en la cama y mis ojos empiezan a orinar. Mis piernas no se quedan quietas, mi respiración parece cargada de dudas, mi lengua acompaña con un agradable sonido de percusión contra mis dientes.
Yo estoy bien. Entre convulsiones, las comisuras de mi boca forman algo parecido a una sonrisa. "¿Y la bestia?"

sábado, 25 de mayo de 2013

Viaje a la apoteosis de la noche (1)

Saco la jeringuilla de un baúl. Fascinado, me acerco la punta al ojo; emite un brillo extraño bajo la luz verdosa. La giro a izquierda y a derecha. El brillo aparece y desaparece, y observo que si la muevo muy rápido puedo lograr separar el brillo de la punta y observarlo por sí solo. Sonrío, y el espejo me enseña los dientes.

Camino bajo un cielo purpúreo. Mis pisadas reverberan en los edificios de la calle, componiendo sonidos que hacen pensar en oscuras películas de cine negro. Yo soy el asesino, y sólo por ello llevo gabardina; mis manos, tensas, asustadas, no se mueven de los bolsillos de mi arquetípica prenda. Giro mi cabeza nerviosamente a un lado y a otro, temeroso, aterrorizado ante la posibilidad de que no pase nada (estoy dando vueltas y vueltas y vueltas pero son tan rápidas que es como si no me moviera). Mis ojos de papel maché, coloreados con los plastidecor de un niño de tres años, no captan ni los detalles más básicos de la calle que me rodea. Mis ojos de papel maché se quedan fijos en sí mismos y se tiñen de púrpura (mis ojos conectan con mis oídos mis oídos con mis manos mis manos con mi pene mi pene con mi boca). Mi púrpura y el púrpura del cielo se dan la mano, fascinados por la majestuosidad del otro (Soy una estrella en la eterna noche de Van Gogh). I may be paranoid, but not an android; this is a tale told by an idiot, full of sound and fury, yet I shame to wear a heart so white (¡Desgajado! ¡El inglés es el otro entrando y ensuciándote! ¡Ven a mí, constante calor del universo! ¡Ven e instálame en la eterna noche de los tiempos!).

Rembrandt no sabía nada, piensas al besar el David.

El saxofonista

La mirada del saxofonista se pierde. La situación le resulta incomprensible, pues el saxofón no está ahí.
"Yo aquí, saxofón ahí", se repite, confuso, mirando el saxofón, pero el saxofón no está ahí. El saxofón está allí, y nisiquiera allí.
Nervioso, deja caer el saxofón. Sonido hueco que reverbera, confundiendo los colores y trasladando el amarillo de la lámpara al rojo del techo y el rojo del techo al marrón de la puerta.
El saxofón empieza a adquirir un color propio.
El saxofonista se lleva las manos a los oídos, o los oídos a las manos, y escucha su propio acto de no escuchar, pero el sonido sale de sus oídos y sus manos no tienen más remedio que recibirlo y se lo lleva a la boca e intenta devorarlo para no volver a verlo oyéndose u oyéndole u oyéndose a sí mismo
se confunde porque el saxofón sigue ahí, tirado, erecto, gigantesco, pero no crece, amenazante, pero no amenaza, ruidoso, pero no suena, y parece que sus ojos ya son sólo saxofón y que el saxofón- el saxofón sigue ahí, siendo saxofón, totalmente idéntico a lo totalmente idéntico y sus contornos se separan y el color de la habitación sigue moviéndose y mezclándose y desplazándose pero el saxofón sigue ahí
querría ser sólo mandíbula para que mis dientes devoraran tu puto e insistente color amarillo

viernes, 24 de mayo de 2013

Niño árbol

un día una puerta de la calle se abrió
de ella salieron sonidos y volúmenes y ante ellos aparecieron espacios iluminados de asfalto encasillado
los sonidos y los volúmenes no acababan de cuajar, y el color se confundió y se esparció y cubrió toda la calle y todo el árbol pero el volumen era pequeño y los sonidos que salían de varias distancias a la derecha eran las risitas de un niño
el color se reunió y formó la cara amplificada en el árbol y estaba sonriendo y riendo y sobre la calle caía una intensa luz blanca que contrastaba con
el volumen empezó a expandirse y el pie estaba en el cielo y la pierna en la ventana pero era un niño era un niño y sonaba a hueco
sonaba a hueco y a yogur griego, sonido de yogur griego aplastado contra las fauces de un árbol de navidad, de Navidad, se esfuerza en cambiar según las letras, el niño es navidad y forma una m y se convierte en madre
el niño es madre y la madre se alza y el color cae desde la luz blanca y el niño
y el niño

El árbol-calle.

La calle se define por su árbol. El árbol se define por el punto que ocupa en la calle. Anchura de la calle: 6,89 m. Longitud: 40,43 m. El árbol está situado en el centro casi exacto (No totalmente, así que sería más adecuado decir que la calle es un sistema arbostático en vez de arbocéntrico, como el sistema copernicano).
El número de edificios que hay en la calle es variable. La media es de 7.75. Un portal en cada edificio. El número de establecimientos comerciales es fijo: 3, aunque su posición y el servicio que prestan sufre continuos cambios (Ha quedado establecido que la proporción de lugares de esparcimiento es siempre 1/3 (Bar, casino, prostíbulo, cibercafé) con 2/3 de abastecimiento (Telas, papelerías, supermercados, farmacias)).
Número de habitantes: Desconocido. Experimentación previa ha demostrado que abrir las puertas sólo crea sonidos huecos que reverberan en la calle durante semanas. La causa de este fenómeno es desconocida.
La calle se mantiene en silencio, excepto por el árbol, la mayor parte del día (Un día normal dura una media 483 horas; una noche normal, una media de 8032 horas (Nótese que no se ha definido aún la duración media de una hora en la calle)).
Cada vez que el árbol hace un ruido las puertas se salen de sus goznes.
Con frecuencia totalmente irregular, en ocasiones aparece una sombra en una de las ventanas (La altitud de los edificios sigue siendo desconocida; sobre este tema, vid. Clarkson (2092)). Se ha observado tres tipos de comportamiento en la sombra:
1. Obsesivo-compulsivo: La sombra abre y cierra la ventana continuamente hasta que la ventana se cae y la sombra queda reducida a ella.
2. Depresivo: La sombra mira por la ventana durante varias horas hasta que sus contornos se debilitan y se disuelve en humo de tabaco.
3. Suicida: La sombra
Se
Mueve
Detrás, más rápido, más rápido, de lado, en círculos, arriba, abajo,
hasta demostrar el teorema de Pitágoras y caer con un chillido de hormiga bala
Entonces el edificio se disuelve y es substituido por un gigantesco espejo que es sólo árbol y nada más que árbol
El investigador puede ver en el espejo que él también es árbol y nada más que árbol, puede escribirlo y luego volver a su hogar y darle un beso a una foto
El árbol tiene ojos, tres en cada lado, un promedio de tres mil en cada rama, el árbol es ojo, el árbol está erecto
El árbol oscila por el viento que soplan las ventanas
El árbol agita sus ramas y