miércoles, 29 de abril de 2015

Buena gente, quítame allá ese amor cristiano

Si uno coge, muy fancy él, muy de Yale, un libro de Bataille y lo enrolla y desenrolla rítmicamente doscientas treinta y cuatro veces ante el inodoro de la facultad de filología, dícese, rumoréase, que aparécese un conserje a recitar las consabidas tres bases de la literatura alemana (1: La teoría va antes que la práctica, 2: Todo son Bildungsroman, 3: No salvó el mundo) en forma de exasperante mantra budista. Proyectado gadis y sonando coca cola (simultáneamente deconstruído por un joven, sabio, veloz profesor de mirada cínica y ojos desviados que señala la conspiración simulacrista y reaccionaria escondida detrás de Disneylandia), el conserje te sugerirá entonces, facha muy beatricista, la consecución de una serie de humildes y competitivos objetivos en vista al conocimiento del mundo y la supervivencia en éste, sin duda el motivo central de la elección de una carrera de literatura: 1) salvarlo, 2) saber hablar, 3) hacer muchas prácticas y referencias, 4) llegar siempre a la hora a clase (coca cola no se deconstruye sola), 5) abandonar la mirada aviesa y reprimida para los momentos de desahogo privado en aseos de odio y estigia. Debes saber hablar y estar, con mucha gente toda, con mucha gente estar, bailar la caracola. Te importa, me importa, nos importa, se hace, se hará. Debes bajar y subir y ladear y suavizar y acelerar, moverte y caerte y alzarte y volar, pero poco y dirigido, siempre el vuelo falso de los que creen que el vuelo es una cosa particular, nunca el vuelo real de los que saben que no hay vuelo y que por tanto no están volando. Te importa, me importa, se mueven treinta y dos engranajes tras cada azulejo, se crean y proyectan las imágenes que deben estructurar tu pensamiento y tu estructura, y la salida es buena, la salida es feliz, pero el desorden debe estar siempre ordenado, toda cuestión debe ser incuestionada, las preguntas son buenas, pero siempre las mismas, y no hagas más.
- ¡Pero ábrete un poco más! ¡Si es que no te dejas conocer! Muévete con nosotros, círculo vicioso, detectamos un cierto encerrarse, amigo, nos gustaría verte fuera, amigo, un cierto optimismo y movimiento delantero, vanguardia de la socialización y del amor mutuo, la aceptación y el sí a todo el embrujo. Muévete por aquí, deseamos conocerte; proyecta una o dos imágenes, todas nuestras intenciones han sido siempre las mejores, todas tus intenciones han sido siempre las mejores, en el mundo no hay culpables, en el mundo sólo hay víctimas y tenemos que abolir el sufrimiento. Sal, amigo, pregunta nuestras cosas; circulamos por un espacio no demasiado vacío, y nos gustaría mostrarte su estribillo.

Ven, por donde mueren las nasales;
ven, el baile de los duendecillos, la cigarrería de los enanitos, el colorido de los tres cerditos. Ven con nosotros, y muévete en tu forma, pero que sea poca forma; la forma informa, el formol de la forma nos informa de tu forma, oh fórmate una formación más informada, querido informe, cuitado de aquél que no conoce la ensalada, ¡ESTILO ENORME!

¡PAM!, sonando como un cataclismo
salté de mi trepar
y me hundí en un agradable abismo
imbécil de alcanzar.

Si en el centro de la nada hay una fiesta,
sugiere un dios
cabe esperar que no reste en ella testa,
y dijo ¡adiós!

Louis CK era, el cómico, sobre el escenario, representando el drama vital de un middle-aged psicóticamente normal, sugiriendo treinta formas distintas de lavar el vacío para que no se nos eche en cara ni el olor ni los vecinos. Vecinos, el último resto, el final, vecinos, el último horizonte, la expectativa, la constante e inacabada desaparición (absorción, inhalación) del vecino en vapores mucosos de eterno odio eterno, tonos distópicos en lugares bien crónicos, camisas ardiendo van pensamientos exhibiendo

ser positivo
es como ser un higo.
fin del poema.