lunes, 25 de abril de 2016

Los sinónimos

ES UN ASUNTO un poco mareante éste de ponerse a escribir las cosas como si hubieran pasado en letras y no en realidades o cabezas. O vertiginoso. Vertiginoso suena muy pedante, sin embargo; me quedo en que provoca vértigo. Mucho vértigo. Vértigo de espiral y vertigo sintáctico.
La cosa empezó un día, en un lugar. Aclaro ésto para que no se piense que estoy escribiendo algo que habría pasado fuera de los límites del espacio-tiempo; las reglas de la física y de las matemáticas no-necesariamente-euclidianas son aplicables a los hechos narrados en éste relato. Téngase en cuenta porque os aseguro que si lo pensáis luego os vais a llevar muchas sorpresas. Adelantar los acontecimientos es algo que se ha hecho muchas veces en muchas literaturas. De hecho, una de las frases más repeditas en la Jin Ping Mei es "pero no adelantemos acontecimientos" - después de adelantarlos, por supuesto. Digo ésto para que se tenga claro que no estoy rompiendo ninguna de las reglas centrales de la composición de relatos, sino más bien siguiendo ejemplos de mucha antigüedad y fama, así que pido que no se me juzgue mal por ello.
El caso es que dentro de éste lugar y tiempo, porque el espacio y el tiempo son cosas según las cuales se puede estar dentro o fuera (el relato por ejemplo está fuera, pero el acto de escribirlo no; solucionad éso, pensadores franceses), había un bar. O una cafetería. ¿Cuál es la diferencia exactamente? Bueno, éra un sitio. Se servían bebidas. Aperitivos. No había tapas porque éso sería demasiado exacto y todos pensarían, "bueh, es de España y a mí España no me interesa".  Prefiero que la cosa interese en vez de no interesar. En éso sigo a casi todos los escritores porque casi todos intentaban escribir cosas que interesaran en vez de cosas que no interesaran, aunque las formas de interesar de cada cosa pueden ser muy distintas y lo que interesa a uno puede no interesar a otros.
El caso es que dentro del bar o cafetería o sinónimos había muchas cosas de ésas que hay en bares o cafeterías o sinónimos. Sillas. Mesas. Baquetas. Barra. Barman o barwoman o camarero o camarera. Nada de tipos perdidos y misteriosos con largas gabardinas y alcohol y un gran sentido de la ironía, no os vayáis a pensar que ésto es un relato noir. No hay misterio ni policías. Otro adelanto.
Pero no adelantemos acontecimientos. Había gente por ahí, como es manía en los sinónimos. La gente se setaba o no se sentaba, y se hablaba y se adelantaba mutuamente diversos acontecimientos que aún estaban por acontecer (o que habían ya acontecido pero que en las charlas se volvían a volver acontecimientos predecidos por no ocurridos aún en la charla). Los taburetes estaban un poco rotos, pero no se piense que el bar era de mala muerte; era simplemente una cafetería barata y con sentido de la ironía, que servía alcohol y refrescos a personas notoriamente no vestidas con gabardinas. Personas normales de lo que sea que sea la normalidad personal. Personas que no serán descritas pero que son acontecimientos y adelantan acontecimientos, y que surgen de los taburetes y de las sillas como bebidas colocadas sobre posavasos. Algunos tenían un gran sentido de la ironía, otros no. Ninguno era policía porque no hay policías en éste relato, irónicamente, y además no sabemos como son los policías de ésta no-España relatada intra-espaciotemporal.
El caso, acontecimiento, que os voy a adelantar mientras os lo cuento es que se estaban sirviendo muchas cosas y la cosa no se estaba saliendo de madre pero casi, en ése no-salirse-de-madre-pero-casi que caracteriza a los mejores sinónimos. Sonidos los había, muchos humanos, algunos irritantes y altos, pero tampoco tanto, es decir, era un sitio bueno donde estar, con barman o barwoman o camarero o camarera y espacios de ausencia de gabardina situados estratégicamente en torno a diversos individuos que podríamos llamar parroquianos por darles algún nombre sin esforzarnos demasiado por buscar sinónimos pero que digamos que visitaban mucho y muy a menudo éste bar o cafetería o sinónimos que no son sinónimos de parroquiano.
Pero adelantemos acontecimientos, esta vez así. Pues bien, sale un tío del bar. El tío, parroquiano, no llamado Euclides, no camarero, sin gabardina, va y se convierte en una bebida como los demás sinónimos. El caso es que los sinónimos no reconocían a ése ingabardinado, y se armó un pequeño revuelo o caos o escandalillo en voces no tan altas como para ser molestas y sin salirse totalmente de madre porque algo de sentido de la ironía había, hombre. El caso es que la composición de la escena era así: Una de las bebidas no era esperable ni parecida, y por tanto los demás sinónimos se sentían ligeramente confusos aunque no necesariamente hostiles. El caso es que lo miraban, suavemente. Lo miraban, euclidianamente. Lo observaban, sinonímicamente.
Y entonces dejaron de mirarlo pero a todos les quedó como un poso de intranquilidad o de café intranquilo en sus cabezas porque sentían como si algo hubiera pasado al no haber pasado nada al mirar al no-sinónimo no-irónico no-euclides no-compuesto no-engabardinado, y volvieron a sus no salirse de madres pero alto y tranquilo pero con una cierta ironía un poco amarga y todo menos salido de madre aún que antes, vaya.
Éso fue todo.
Luego el tío va y se va, y los sinónimos ya no fueron más.

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