Hola.
No
se me ocurre otra forma de empezar esta, por así llamarla, "obra".
No creo que tenga muchos visitantes, pero supongo que he de ser
educado con los que llegan.
Supongo.
Cómo
están.
O
estáis. A mí podéis tutearme. Sin complejos. El usted me parece
incluso un poco degradante. Quizás porque se ha reflexionado más
sobre el tú que el usted. A uno le dicen "Tú" y oh qué
cosas tan complejas y abstractas y enormes se le vienen a la cabeza.
A uno le dicen "usted" y sólo piensa en un japonés
inclinando la cabeza. O a lo mejor eso soy sólo yo. Espero que no
sea algo racista. También pienso en conquistadores españoles de
coraza brillante, pero a esos los relaciono más con "vuestra
merced".
Bueno.
Si
estáis bien, me alegro por vosotros. Si estáis mal, no os
preocupeis. Mucha gente está mal. Seguro que podéis superarlo.
Ánimo.
Yo
estoy bien.
Hola.
Me
llamo Francisco. Tengo veintitres años y vivo sólo.
Soy
entomólogo. Bueno, no exactamente. No estudio insectos, en sí. Pero
sé mucho de insectos. Y conozco a mucha gente que sabe mucho de
insectos. Y como sé bastante de informática, me he convertido en un
vendedor de insectos a escala internacional. Porque me pasan
insectos. La gente que sabe de ellos. Son de muchos países. Y en
España a mucha gente le interesan los insectos. Coleccionistas.
Fetichistas. Sabios de larga y rala blanca.
Pues
yo recibo los insectos. A veces muertos. A veces no. Depende. Los
pongo, enjaulados, en la cocina. Nadie se queja porque vivo sólo.
Bueno, podría quejarme yo. Pero no lo hago. De todas formas, no uso
la cocina. En realidad sólo uso mi habitación, el baño y el
pasillo que une ambos cubículos. Qué pedante suena cubículos. Pero
no se me ocurre qué palabra usar. Bueno, no soy filólogo. Si algún
filólogo me lee, le agradecería que me dijera cuál es la palabra
adecuada. Por favor. Estoy abierto a todo.
Ahora
debería decir por qué escribo ésto.
Bueno,
la respuesta es la de Laura Marling: "Hablo porque puedo".
Aunque no es exactamente así. No es sólo porque pueda. También
quiero. Pero se podría decir que hablo por hablar.
No
tengo ningún objetivo particular. No me interesa que me lean. De
hecho, creo que no quiero que me lean. Me avergonzaría bastante.
Tened piedad, los que me estéis leyendo. Si alguien me está
leyendo. He dejado los comentarios abiertos. Públicos. Así que
podéis decirme lo que queráis. Pero con piedad, por favor. Uno
tiene sus inseguridades. Ya sabéis. Años de bullying y psicología
constructivista. Soy un fracaso psicológico. Aunque, por otra parte,
supongo que la sociedad es un fracaso sociológico. Soy un fracasado
típico, supongo.
Aunque
tengo éxito económico. Es sorprendente lo que se puede sacar con la
venta de insectos. Desde luego, lo suficiente para permitirme vivir y
mantenerme sólo. Creo que lo de que vivo sólo lo he dicho ya. Es
muy importante. Increíblemente importante, de hecho. Me gustaría
describiros las condiciones de mi soledad, pero creo que
literariamente quedaría mal. Así que ya lo haré luego.
Tengo
Facebook. En Facebook uso mi nombre real. Aquí no uso mi nombre
real, así que no podéis buscarme en Facebook. Es para que mis
contactos y mis clientes no sepan que escribo ésto. Simplemente no
quiero que sepan ciertas cosas. Escribo ésto para pasar el rato (Al
menos esa es la excusa que me doy ahora mismo), y desearía evitar
que tan sano objetivo tuviera alguna consecuencia profesional
negativa. Personal no. "Personal" es una palabra que me
suena rara. "Personal" es para mí sólo yo. No sé si me
explico. No hay ningún tú en mi vida. Excepto el que me imagino.
Pero el tú que me imagino es creación mía, así que es parte de mi
yo. Así que no es un tú, exactamente. Es sólo una limitación de
mi yo. No sé si me explico. Vosotros estais inventados por mí.
Aunque también sois un espacio vacío. Mi tú es un espacio vacío.
Al menos no soy como ciertos yos que crean un tú a su imagen y
semejanza. Para poder hacer eso, tendría que ser un Dios. Y en
cierto modo lo soy. Pero no quiero insistir sobre eso.
En
Facebook tengo a tres clases de personas: Clientes, contactos (los
que me mandan los insectos) y desconocidos (Normalmente gente que
antes tenía otro estatus pero que ha lentamente ido pasando a esta
categoría a medida que vaciaba todos los tús y no me atrevía a
borrarles por si se dieran cuenta de que ya no son tús, a veces me
envían uno o dos mensajes y yo tengo que responderles como si
existieran, bueno, exagero, ellos existen, está claro, pero no de
una determinada manera; es decir, existen, pero no existen como tús,
ni como ellos (tengo todo ésto muy pensado aunque de buenas a
primeras suene muy lioso, lo juro), sino simplemente como otros en el
sentido más puro de la palabra, seres que no tienen nada que ver
conmigo ni con nada porque nada que no tenga nada que ver conmigo se
me merece la categoría de algo cuando hablo desde mi puro yo, bueno,
sueno megalómano, pero ya me explicaré, y ahora voy a cerrar el
paréntesis). Los clientes y contactos son "ellos". No tús.
No ocupan ningún espacio, pero tampoco están en un mundo de nada.
Los acepto porque no me queda más remedio, pero no me estorban. El
saber no ocupa lugar, y los contactos comerciales tampoco (Dios mío,
qué símil tan absurdo acabo de soltar).
Vivo
sólo. Creo que ya lo he dicho varias veces. Nunca me encuentro con
mis contactos ni con mis clientes en persona. Tengo Facebook porque
es un medio práctico de efectuar transacciones. Más que largos
emails que comienzan con un "estimado señor X" y acaban
con un "saludos nombre real". Simplemente les digo, "¿Qué?"
y "¿Cuánto?", y lo entienden muy rápido. Funcionamos
bien. Por supuesto, uso email con muchos. Y también uso eBay. Pero
no me gusta. Prefiero Facebook. Además, Facebook es muy bonito. Y te
informa de muchas cosas. Yo me puedo pasar horas en Facebook mirando
cosas de músicos y escritores que me gustan. Uno se entera de mucho.
O los perfiles de mis clientes. Me gusta pensar que convierto lo que
toco en mío y lo traslado a mi "mitología personal".
Bueno, vale, es otro término raro. Este os lo explico ya, venga, que
es facilillo: Es el conjunto de cosas que son algo para mí y que por
tanto tienen algo asociado. Algún valor. Comercial o sentimental. O
intelectual. O todo junto, no sé. Son cosas que han dejado de ser
"una cosa" y ha pasado a ser "esta cosa". Un
símbolo de tal y cual. Que me despierta tal y cual. Categorías que
uso en mis pensamientos. Historias que me sirven de ejemplo.
Conceptos que ayudan en mis reflexiones (Reflexiono mucho, y estoy
convencido de que algún día esto me reportará algo, no
necesariamente algo de fuera, pero sí algo de dentro, es decir, que
algún día podré sacar algo de dentro que sea realmente grande, o
quitarme algo de dentro, o crearme algo dentro, no sé, no me explico
bien. Me siento mal cuando abro un paréntesis, porque nunca sé
cuándo cerrarlo, y me entra una especie de vértigo ante la idea de
que el paréntesis se extienda hasta el infinito. Simplemente
avanzando y avanzando. Puro movimiento inercial, no afectado por
ninguna fuerza exterior; física clásica en toda su geométrica
gloria. Pero lo evito cerrándolos de forma arbitraria. Por ejemplo,
aquí. O aquí. O aquí.)
La
entrada anterior la cerré con el paréntesis. No pude evitarlo. Ya
no sabía qué estaba diciendo. En realidad, creo que en ningún
momento sé lo que estoy diciendo. Simplemente hablo. Tampoco me
importa. No hablo sobre nada, y así me puedo permitir tocarlo todo.
No me encierro en uno o dos temas. No soy un hombre obsesivo. O
quizás sí lo sea. Seguramente he hablado ya mucho de mi soledad.
Vivo sólo. Pero no es una soledad dolorosa. Ni estoy obsesionado con
ella. Es que es una soledad original. Distinta. No es la soledad de
siempre, os lo juro. Os lo voy a explicar.
Vivo
sólo. Eso no es nada nuevo. Pero vivo sólo de verdad. Nadie me ve.
Nunca. Hace dos años y medio que no recibo ninguna mirada ajena. Las
ventanas siempre están cerradas. La comida me la trae un hombre al
que pago para ello, un hombre al que nunca he visto y con el que sólo
he hablado dos o tres veces, por internet, para especificar sueldo y
comidas. No es muy caro. No tanto cómo cabría esperar. De todas
formas, he de disculparme. Antes decía que pasaba la mayor parte del
día en la habitación y en el baño y en el pasillo que hay entre la
habitación y el baño. O todo el día. No sé lo que dije. Sea como
sea, era mentira, o era verdad a medias. Tengo que pasar por la
cocina, claro, para recibir y empaquetar y etiquetar y fotografiar y
todos esos laboriosos procesos que mi trabajo requiere. Aunque no me
llevan mucho tiempo. Y también estoy en el recibidor. No mucho,
claro. La puerta tiene una ranura, como las de los perros en las
películas americanas. La hice construir así. Por la ranura el
hombre al que nunca he visto y que nunca me ha visto me introduce la
comida. Aunque me gusta pensar que soy yo quién introduce la comida.
Me gusta pensar que yo creo la comida. Pero esto son fantasías, y no
las vais a entender aún. No estoy loco, en serio. Soy una persona
cuerda, consciente, y relativamente normal. Digo relativamente porque
me doy cuenta de que es muy raro no haber visto a nadie en tanto
tiempo. Pero soy normal, en serio. Soy consciente de lo extraño de
mi situación. Soy consciente de que mi vida es algo un poco absurdo.
Anormal. Extraño. Un tumor. Pero un tumor benigno. No hago daño a
nadie. Ni a mí mismo. Mis padres no cuentan. Lo han aceptado. Tienen
otros hijos. Son felices con ellos. Estoy totalmente seguro. No soy
hijo único, así que lo mío no es un abandono. Además, a veces me
hablan por Facebook. Sí, tengo a mis padres en Facebook. Pero ya no
son mis padres. Son desconocidos. Sólo existo yo, y nada existía
antes que yo. Pero no lo digo por megalomanía. Lo juro. Yo soy lo
único que existe, yo y el espacio vacío que me rodea. Y ese espacio
vacío puede ser llenado. Tú eres un espacio vacío. Vosotros sois
un espacio vacío. Luego están Ellos. Pero Ellos son parte de mí.
Mis clientes y mis contactos, me refiero. Son parte de mí. Son como
abscesos. No tienen vida consciente. No existirían sin mí. Basta
darse cuenta de que, sin mí, no serían ni mis clientes ni mis
contactos. No serían nada. Sólo una masa vacía de otredad, lista
para ser llenada. No sé si me explico. Creo que no. Voy a sonar como
un megalómano. Lo sé. O como un loco. Pero no es así. Soy normal.
Estoy en plena posesión de mis facultades. Tengo virtudes y
defectos. Pero estoy sólo. Eso es todo. Simplemente, estoy sólo. Y,
al estar sólo, soy independiente. Y, al ser independiente, debo ser
o una bestia o un dios. Y, al no ser una bestia, porque no estoy loco
y porque soy consciente y porque todos mis pensamientos se derraman
siguiendo una perfecta línea recta según todas las leyes de la
lógica leyes que no podéis rechazar y que avalan todo lo que os
estoy diciendo porque en ningún momento en ningún instante las he
violado de ninguna forma y como iba diciendo todas estas leyes y toda
mi consciencia me asegura que no soy una bestia sino un dios. No
luchéis contra Aristóteles. "Prácticamente, es el que tío
que inventó el ser inteligente" (La cita la saco de
Cracked.com, no quiero tener problemas de copyright, la traducción
es mía). También puedo citaros a Heinrich Von Kleist. O a Teilhard
de Chardin. Yo soy un poco el punto omega. El punto en el que
converge la materia consciente. El punto en que la materia consciente
vuelve a entrar en el jardín del Edén. Pero Von Kleist decía la
verdad. Ahora que hemos perdido la inconsciencia, sólo podemos
entrar al Edén por la puerta de atrás. Así que yo he entrado y he
derribado la puerta y me he instalado en mis nuevos dominios mediante
un seguro y fijo y gradual aumento de mi conciencia hasta que ésta
ha ocupado todo y ha llegado a ser todo lo que es y hay. Soy pura
consciencia. Quizás ni siquiera sea ya corporalidad. Quizás la
comida sea un símbolo. Pura mitología. Mi vida es algo extraño.
Nisiquiera sé si es vida. No sé si esa palabra es ya aplicable. Soy
materia en estado puro. Soy, soy pura soledad. Soy pura inercia. Dios
es la máxima realización del materialismo: El objeto no afectado
por ninguna fuerza externa, el objeto que es sí mismo y se mantiene
siendo él mismo en todo momento. El objeto que es puro objeto en
todo momento. Ya basta por hoy. Lo que digo no es así. Las palabras
me fallan, y no me deben fallar, porque yo creo las palabras, yo les
doy significado, yo hago que fluyan. Las palabras son mías, las
palabras son mi máxima posesión, las palabras son mi más magnífica
creación; ¿cómo pueden estar fallándome ahora, de repente, cuando
intentan explicar la cosmogonía del mundo que yo mismo he creado?
¿Acaso la mitología debe hacerse más allá del Verbo? No lo sé,
no entiendo nada. No me lo tengáis en cuenta. Todo lo que digo es
mentira.
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