martes, 11 de junio de 2013

Emperador.

Ya has agotado todas tus posibilidades.
Si ahora te movieras, nada más se movería. Y si nada más se mueve, no te moverías. El movimiento inmóvil es delicioso, es trágico, es elevado, es metafísico, es dinámico, es cinético, es religioso, es ritual, es romántico, pero ahora lo que necesitas es utilidad. Y en el movimiento inmóvil no hay utilidad.
Pero sabías en qué te estabas metiendo. Lo que estás sufriendo no es más que el destino de todo emperador. Tu propia decadencia vuelta hacia ti. Tu propia soledad vuelta hacia ti. Tu propia muerte vuelta hacia ti. Has vivido durante años entre cúpulas, entre estatuas, entre sombras, entre luces, entre ahorcados, has vivido durante años como un resucitado, como un redivivo, como un mesías. Has vivido entre el calor y el protector solar, entre la fiebre y la hipotermia, entre el cielo y la tierra, entre lo elevado y lo profundo, entre la apariencia y la realidad; durante años, has sido decadencia. Puro espejo de decadencia vuelto hacia todo, incluido tú. Tu trabajo ha sido oxidar. Tu trabajo ha sido derrotar. Tu trabajo ha sido derribar. Tu trabajo ha sido derruir, destrozar, eliminar, acabar, deteriorar. Esta ha sido tu vida.
Y, finalmente, has caído en tus propias garras. Porque un buen emperador no puede quedarse sin destruirse a sí mismo, piensas. Porque un buen emperador debe oxidarlo todo y no dejar nada en pie, piensas. Porque un buen emperador no puede escapar de sus propias trampas, piensas.
Eres como Nerón. Eres como Calígula. Eres como Giles de Rais. Eres destrucción. Eres ácido. Eres apocalipsis. Eres el fin del Edén. Eres la destrucción de la tierra prometida. Eres un abismo. Eres la fiebre. Eres el calor.
Eres la iconoclastia. Eres la destrucción de ídolos. Eres el escepticismo. Eres el óxido. Eres el deterioro. Tu vida ha sido una trampa. Tu vida ha sido una eliminación. Tu vida ha sido una decadencia. Tu vida ha sido una fila de ahorcados. Tu vida ha sido una manada de buitres. Tu vida ha sido el óxido que se va posando en tus estatuas.
Tu vida ha sido el grito de triunfo de la muerte.
Y, sin nada nuevo que hacer, sin nada que destruir, sin nada que deteriorar, sin nada que oxidar, sin nada que eliminar, sin nada que atrapar, sin nada que arañar, sin nada que desgarrar, sin nada que ahorcar, recuerdas.
Recuerda.


Como todos los días de tu vida, es un día de verano.
Como todos los días de verano, el calor es absurdo. Ilógico. Exagerado. Insoportable.
Como todos los días de calor, tienes fiebre y quieres chillar de felicidad.
Como todos los días de fiebre, todo está en movimiento y todo huele a sudor y todo gira y todo avanza y todo retrocede y las calles huelen a vómito y los salones huelen a sudor y las camas huelen a semen y los baños huelen a enfermedad y las cloacas huelen a peste.

Estás sentado en tu trono, leyendo Normance. Hay algo en Céline que te da hambre. Hay algo en Céline que te da sed. Hay algo en Céline que te hace sudar. Hay algo en Céline que te hace desear comerte a tus guardias y que la indigestión dure meses.
Hay algo en Céline que te hace enamorarte del ahorcado.
Las cinco víctimas están desnudas. A veces levantas la mirada y las miras. Un niño, una niña, un hombre y dos mujeres. Todos desnudos. El hombre pateó y se llenó de su propia saliva. La niña chilló y escupió trozos de su lengua. La primera mujer intentó escapar y ya no tenía piernas. La segunda había estado rezando a gritos hasta que sus palabras se convirtieron en chillidos.
El niño había sido lo más delicioso. Oh, el niño. Se te humedecen los ojos de emoción. El niño. La mirada que te echó mientras mandabas ahorcarle. Su cara de confianza. Su cara de inocencia. Sus ojos grandes y saltones. Su aire de personaje de Disney. Su sonrisa cuando le acariciaste la barbilla. Tan asustado. Tan inocente. Tan incrédulo. Por eso te encantaba matar niños. De vez en cuando, llegaba alguno cuya expresión de inocencia lograba provocar que te sintieras muerto. Algo que te hacía escapar del calor y entrar al frío. Algo que te hacía escapar del vértigo y llegar a la caída. Una expresión

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