Me miro en el espejo. Mi pelo está
enmarañado, pero mi sonrisa está bien. El maquillaje también. Algo
decolorido. Mi pelo está enmarañado, pero no voy a arreglarlo. Mi
mano tiembla un poco cuando cojo el cepillo, pero el espejo sólo ve
mi sonrisa. La pasta se derrama como ketchup sobre hamburguesa. Lo
devoro. Lo devoro para que mi sonrisa no se distorsione. Me cepillo
desde dentro. Mi pelo está enmarañado, pero no voy a arreglarlo.
Muevo el cepillo con la lengua. No voy a arreglarlo. Mi sonrisa es
grotesca, pero fija.
Escupo el cepillo. Su tintineo al
chocar contra el grifo me hace daño en los oídos. No he perdido mi
sonrisa, y no voy a arreglarlo.
Mi mano tiembla suavemente al coger la
toalla pero me limpio la boca y todo va bien y no me lo arreglo. Me
sonrío y no me lo arreglo. Me aparto del espejo y no me lo arreglo,
pero mis manos corren a mi cabeza y mis pies corren a la habitación
y mis ojos corren hacia todas partes. Mi cuerpo se tira en la cama y
mis ojos empiezan a orinar. Mis piernas no se quedan quietas, mi
respiración parece cargada de dudas, mi lengua acompaña con un
agradable sonido de percusión contra mis dientes.
Yo estoy bien. Entre convulsiones, las
comisuras de mi boca forman algo parecido a una sonrisa. "¿Y la
bestia?"